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13/10/2025
Los concentradores de oxígeno
Del agua al oxígeno: dos recursos vitales que la tecnología ha hecho accesibles
Jeremy Trizzulla, DeltaO2, Especialista en Oxigenación Hiperbárica
Todos los derechos reservados , Copyright © 2017DeltaO2
Dentro de apenas cuatro años celebraremos el bicentenario de la primera red moderna de agua corriente urbana, instalada en Filadelfia en 1829. Aquel acontecimiento cambió para siempre la vida cotidiana de millones de personas, transformando un gesto que antes requería horas de trabajo físico en algo instantáneo y accesible.
Pero el verdadero salto llegó décadas más tarde: no fue hasta 1880 cuando retretes, lavabos y duchas empezaron a formar parte de las viviendas urbanas en algunos países desarrollados. La revolución sanitaria completa solo se generalizó en Europa y Estados Unidos a partir de los años 70, cuando el agua corriente alcanzó también las zonas rurales más remotas, cerrando finalmente la brecha entre ciudad y campo.
Vista histórica del Fairmount Water Works (Filadelfia, siglo XIX). Este complejo hidráulico fue parte esencial de la primera red municipal de agua corriente del país, con estaciones de bombeo, ruedas hidráulicas y depósitos que permitieron llevar agua limpia a los hogares urbanos.
1
1829: Primera red moderna
Filadelfia inaugura el sistema de agua corriente que cambiaría el mundo urbano
2
1880: Sanitarios en hogares
Los retretes y duchas comienzan a instalarse en viviendas de algunas ciudades
3
Años 70: Acceso universal
El agua corriente finalmente llega a zonas rurales de Europa y EEUU
Abrir un grifo es hoy un acto cotidiano, pero durante la mayor parte de la historia humana, conseguir agua potable requería un esfuerzo físico considerable y diario. La humanidad tardó milenios en optimizar el acceso a este recurso vital.
De forma similar, el oxígeno, un elemento esencial invisible y abundante, ha sido hasta ahora desaprovechado en su potencial. Al igual que hace dos siglos nadie imaginaba el agua corriente en casa, hoy pocos piensan en "cómo obtener más oxígeno". Sin embargo, optimizar su uso y consumo podría revolucionar nuestra salud general, nuestra energía celular, nuestra capacidad de recuperación y, en última instancia, nuestra longevidad.
El concentrador: la red invisible que canaliza el aire
En el corazón de esta nueva revolución silenciosa se encuentra un dispositivo discreto pero fundamental: el concentrador de oxígeno. Es el equivalente moderno de aquellas bombas hidráulicas que transformaron los pozos remotos en grifos domésticos, llevando un recurso vital directamente a donde se necesita.
El concentrador no fabrica oxígeno de la nada; simplemente toma el aire que todos respiramos (compuesto por 21 % de oxígeno, 78 % de nitrógeno y trazas de otros gases) y lo filtra mediante un proceso físico elegante llamado adsorción por tamiz molecular.
Este mecanismo retiene selectivamente el nitrógeno mediante filtros especiales y deja pasar el oxígeno, elevando su pureza hasta un impresionante 93–96 %.
Luego, una pequeña bomba interna de bajo consumo impulsa este flujo enriquecido —medido en litros por minuto— hacia el punto de uso, ya sea una cánula nasal, una mascarilla o una cámara presurizada.

Proceso de concentración
  • Aire ambiente: 21% O₂
  • Retención de nitrógeno
  • Bomba que expulsa el O₂
  • Salida: 93-96% O₂
Sin embargo, aunque logremos concentrar el oxígeno hasta niveles tan elevados, nuestro cuerpo no puede aprovechar plenamente esa riqueza con la simple respiración. Durante millones de años de evolución, el ser humano se adaptó a vivir con una atmósfera que contiene solo un 21 % de oxígeno. Nuestro sistema respiratorio y circulatorio están optimizados para esa concentración específica.
Inhalación de O₂ concentrado
El aire enriquecido entra en los pulmones
Saturación de hemoglobina
Los glóbulos rojos se cargan de oxígeno
Límite de transporte
Una vez saturados, no pueden cargar más
Respirar aire más concentrado no basta por sí solo: la sangre solo puede transportar una cantidad limitada de oxígeno, ya que las moléculas de O₂ viajan unidas a los glóbulos rojos a través de la hemoglobina, y una vez que estos están completamente saturados (aproximadamente al 98-100%), no pueden cargar más oxígeno, sin importar cuán puro sea el aire que respiremos.
Aquí es donde la historia toma un giro fascinante. Para superar esta barrera biológica, necesitábamos algo más que concentración: necesitábamos presión.
El descubrimiento de la presión: Henshaw y el nacimiento del Domicilium
Fue entonces cuando la historia del oxígeno dio un salto conceptual extraordinario. En el siglo XVII, mucho antes de que se comprendiera la química moderna o la fisiología respiratoria, un científico británico visionario llamado Nathaniel Henshaw imaginó una solución sorprendente que se adelantaba siglos a su tiempo.
Henshaw propuso construir un habitáculo cerrado donde el aire pudiera presurizarse artificialmente. Lo llamó "Domicilium", y su idea —revolucionaria y casi mágica para su época— consistía en crear un ambiente donde el aire comprimido pudiera ejercer una influencia terapéutica sobre el cuerpo humano. Aunque sus contemporáneos lo consideraron excéntrico, Henshaw había intuido algo profundo sobre la naturaleza de los gases.
Domicilium, Henshaw, 1662
1
Siglo XVII: La intuición de Henshaw
Propone el "Domicilium", un habitáculo presurizado para tratamiento terapéutico
2
Siglo XIX: Descubrimiento de la Ley de Henry
William Henry formaliza la relación entre presión y disolución de gases en líquidos
3
Siglo XX: Validación científica
La medicina moderna confirma los efectos terapéuticos de la oxigenación hiperbárica
4
Siglo XXI: Democratización tecnológica
Las cámaras hiperbáricas se vuelven accesibles para uso personal y doméstico
Henshaw no conocía aún los principios de la fisiología moderna, no había microscopios para observar células, ni espectrómetros para medir gases. Pero siglos más tarde, la ciencia confirmó plenamente su intuición pionera: cuando un gas se comprime contra un líquido, se disuelve en él en cantidades mucho mayores.
La Ley de Henry
Formulada en 1803 por el químico británico William Henry, esta ley establece una relación directa y cuantificable:
"A temperatura constante, la cantidad de gas que se disuelve en un líquido es directamente proporcional a la presión del gas sobre ese líquido"
Aplicación al cuerpo humano
En nuestro organismo, ese líquido es el plasma sanguíneo (la parte líquida de la sangre), y el gas es el oxígeno. Cuando el entorno se presuriza entre 1.3 y 2.0 atmósferas, el oxígeno concentrado puede disolverse directamente en el plasma, más allá de los glóbulos rojos.
Esta combinación de presión y concentración es lo que permite que el oxígeno llegue a lugares donde los glóbulos rojos tienen dificultad para acceder: tejidos con inflamación crónica, zonas con mala circulación, células en proceso de regeneración, o áreas del cerebro con actividad intensa. Es un mecanismo elegante que la naturaleza ya utilizaba en nuestro propio cuerpo, y que ahora podemos amplificar conscientemente mediante tecnología.
🫧 La combinación perfecta: presión y pureza
De esta comprensión profunda de la física y la biología nació la combinación perfecta: el concentrador y la cápsula presurizada. Dos tecnologías que, por separado, tienen un efecto limitado, pero juntas crean una sinergia extraordinaria.
El Concentrador
Filtra y purifica el aire ambiente, eliminando nitrógeno y otros gases para elevar la concentración de oxígeno hasta 90-96%. Es el sistema de "tuberías invisibles" que canaliza lo esencial.
La Cápsula Presurizada
Aumenta la presión atmosférica entre 1.3 y 2.0 ATA, permitiendo que el oxígeno concentrado se disuelva directamente en el plasma sanguíneo, multiplicando su eficacia.
Juntos, hacen posible algo que durante siglos parecía impensable: disponer del oxígeno natural del aire de forma optimizada, segura y accesible.
90-96%
Pureza del oxígeno
Concentración lograda por el filtrado molecular
1.3-2.0ATA
Atmósferas de presión
Rango terapéutico óptimo para uso regular
500-1000%
Aumento de O2 disulto
Incremento en el oxígeno disuelto en plasma

Un sistema elegante y natural
Esta tecnología no introduce nada artificial en el cuerpo. Simplemente reorganiza el aire natural para que nuestras células lo aprovechen mejor. Es como transformar el agua de río, en agua filtrada, purificada y a presión constante en casa. La esencia permanece, pero la calidad y accesibilidad mejoran radicalmente.
Esta innovación optimiza un recurso natural —el oxígeno atmosférico— sin alterar su esencia, aplicando física y biología para una mejor asimilación celular.
La metáfora del agua y el aire
Si el siglo XIX fue el siglo que trajo el agua corriente a los hogares, transformando radicalmente la higiene, la salud pública y la calidad de vida urbana, el siglo XXI podría ser recordado como el siglo del aire optimizado, cuando aprendimos a llevar el oxígeno directamente a nuestras células de forma consciente y efectiva.
Antes de 1829
Agua: Caminar kilómetros hasta pozos o ríos, cargar cubos pesados, filtrar manualmente, almacenar en casa. Consumía horas diarias.
Oxígeno: Respirar aire ambiente al 21%, sin optimización posible. Aceptado como inmutable.
Hoy
Agua: Abrir un grifo y obtener agua limpia, filtrada, a presión constante y temperatura regulada, lista para usar. Instantáneo y accesible.
Oxígeno: Concentrar, presurizar y recibir oxígeno optimizado al 90-96%, disuelto en plasma.
Una revolución silenciosa en marcha.
Nos parece tan natural que olvidamos el milagro tecnológico que representa.
Así como el agua corriente transformó la higiene, la comodidad y la salud del mundo moderno, la oxigenación optimizada transformará la salud del siglo XXI.
Hoy la cámara hiperbárica puede parecer un lujo o una curiosidad tecnológica;
mañana será tan común como una ducha o un filtro de agua.
Llegará un día en que cada hogar dispondrá de su propio espacio de oxigenación,
una cámara silenciosa donde cualquiera podrá leer, meditar, escuchar música o trabajar con su portátil mientras su cuerpo se recarga con oxígeno bajo presión.
Será una rutina diaria tan natural como beber agua o cepillarse los dientes:
un gesto sencillo que devolverá a cada célula la energía que el tiempo y el estrés le roban.
"La historia se repite: primero llevamos el agua a las casas, luego la electricidad, después internet. Ahora llega el turno del oxígeno optimizado. Es el próximo paso lógico en la evolución de nuestros espacios de vida."
Cada generación ha tenido su revolución:
el agua, la electricidad, la comunicación...
Hoy, la revolución es el oxígeno.
Si sientes que ha llegado tu momento de formar parte de la revolución,
regálate el privilegio de respirar mejor, cada día.
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